George Whitefield

(1714-1770),

 

Amigo de los hermanos Wesley, fue un talentoso predicador y comunicador poderoso. Aunque era parte del clero de la iglesia anglicana, no estaba totalmente sujeto a su denominación. En 1739, desembarcó en las colonias inglesas de América y visitó cada rincón de todas las colonias de la Costa Atlántica. Dondequiera que fuese, los comerciantes cerraban sus puertas, los granjeros dejaban su arado, y los trabajadores abandonaban sus herramientas para correr y llegar hasta el lugar donde iba a predicar. En una época en que la población de Boston era estimada en 25 mil personas, Whitefield predicaba a 30 mil en la Boston Commom. Señales y maravillas acompañaban las predicaciones de Whitefield. El poder de Dios se movía espontáneamente por todas las congregaciones cuando hablaba. Otras manifestaciones del Espíritu vendrían a seguir su mensaje. En una ocasión, después de predicar a una gran multitud que estaba fuera de la iglesia, Whitefield la examinó y obtuvo una respuesta impresionante:

 

«A dondequiera que yo mirase, la mayoría estaba inmersa en lágrimas. Algunos estaban abismados, pálidos como la muerte, otros contorsionando las manos, otros caídos en el suelo, otros enterrados en los brazos de sus amigos, y la mayoría mirando al cielo y clamando a Dios» 

 

Benjamin Franklin era amigo cercano de Whitefield. Su testimonio de cuán grande era el poder del avivamiento es sobre todo importante, ya que él no era un cristiano profeso. Él recuerda:

 

«En 1739 desembarcó entre nosotros el Reverendo Whitefield, que se hizo notable allí como un predicador itinerante. Al principio le fue permitido predicar en algunas de nuestras iglesias, pero el clero empezó a disgustarse con él y ya no le concedía los púlpitos, y él comenzó a predicar en los campos. Grandes eran las multitudes de varios grupos y denominaciones que oían sus sermones, y era motivo de especulación para mí, que era uno de ellos, observar la influencia extraordinaria de su oratoria en sus oyentes. Desde un punto de vista negligente o indiferente sobre religión, parecía que todo el mundo se estaba volviendo religioso, tanto que nadie podía caminar por la ciudad al anochecer sin oír el cántico de salmos en diferentes familias de toda calle.»

 

Muchas manifestaciones del Gran Despertar serían familiares para los pentecostales y carismáticos modernos. «Caer en el poder», por ejemplo, no era inusual. Edwards se refiere a ese fenómeno como ‘desmayo’, y describe un culto como estando «lleno de gritos, desmayos y cosas parecidas». Algunos eran tan afectados y «sus cuerpos tan dominados, que no pudieron ir a casa, y se vieron obligados a quedarse toda la noche donde estaban».

 

En una ocasión, Edwards regresó a casa para ver la ciudad «en circunstancias extraordinarias» y relató: «[…] en algunos aspectos, nunca la había visto antes. Él recuerda:

 

«Había ocasiones en que las personas entraban en una especie de trance, manteniéndose muchas veces 24h sin movimiento y con sus sentidos limitados; pero durante ese tiempo ellos se mantenían bajo intensas imaginaciones, como si hubieran ido al cielo y allá hubiesen tenido visiones de cosas gloriosas y encantadoras» 

 

Aunque haya recibido y defendido demostraciones externas, como los gritos, los gemidos y las caídas en el poder, Edwards fue incapaz de aceptar la validez de dones espirituales relativos a profecías, lenguas y milagros. Como calvinista convencido, creía que esos «dones extraordinarios» habían cesado con la iglesia apostólica. A partir de esa perspectiva, él habla de un hombre que quedó «engañado», pensando que el avivamiento era «el comienzo de un tiempo glorioso para la iglesia, tal como está en las Escrituras» y que «muchos en este tiempo estarían dotados con ‘dones extraordinarios’ del Espíritu Santo»

 

De acuerdo con Edwards, el hombre estaba convencido de esa ilusión, lamentando su error y la deshonra que había traído a Dios. Edwards entonces dice que «El Espíritu de Dios, poco tiempo después, parecía estar retirándose evidentemente de todos los lugares del país». Edwards interpretó que el Espíritu se había entristecido con la «ilusión» que había ocurrido. Es más probable que el Espíritu estuviera triste con el rechazo a su presencia y a sus dones. Esto parece indicar que había, a veces, manifestaciones de dones carismáticos. Un opositor del avivamiento registró la descripción de un encuentro local. La referencia a las manifestaciones extáticas podría incluir el hablar en lenguas:

 

«Estos encuentros continuaban hasta las 10, 11, 12 de la noche; en medio de ellos, 10, 20, 30 y a veces muchos más empezarían a gritar o llorar, o expresar gemidos de lamentación, mientras que otros exhibían grandes manifestaciones de alegría, batiendo palmas, emitiendo expresiones extáticas, cantando salmos, invitando y exhortando a otros.»

 

El avivamiento tuvo implicaciones de largo alcance. Algunos relatos de Nueva Inglaterra mostraban de 30 a 50 mil convertidos y 150 nuevas iglesias. Además, el avivamiento cambió el clima moral de la América Colonial, y generó grandes trabajos misioneros y otros emprendimientos humanitarios. Universidades, como las de Princeton, Columbia y Hampden-Sydney, fueron fundadas para preparar misioneros para las nuevas congregaciones. El avivamiento también contribuyó al sentimiento creciente de independencia política entre los colonos. William Perry, profesor de Harvard, escribe que «la Declaración de Independencia de 1776 fue el resultado de la predicación de los evangelistas del Gran Despertar»

 

Es necesario aclarar que el Gran Despertar ha tenido muchas características de un avivamiento carismático. Aunque Edwards tenía serias reservas sobre la vigencia de los dones del Espíritu, no todos los segmentos del avivamiento compartían esa reticencia.

 

Fuente Diarios de avivamiento

 

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