Amy Carmichael

(1867-1951)

 

Misionera cristiana y escritora, reconocida por su labor filantrópica en la India, en donde fundó un orfanato y llevó a cabo una misión en Dohnavur, Tamil Nadu (India).

 

Amy Carmichael nació en el seno de una familia presbiteriana acomodada en Irlanda del Norte. La mayor de siete hijos, ella tuvo una niñez feliz en un hogar seguro y amoroso, a pesar de lo estricto. Su familia experimentó dificultades financieras durante su adolescencia, lo cual forzó a Amy a dejar el internado para regresar a casa a ayudar a su familia. 

 

Su padre dirigía un molino harinero, propiedad de la familia Carmichael durante los últimos cien años. El Sr. y la Sra. Carmichael eran cristianos presbiterianos devotos y criaron a sus hijos en igual devoción al Señor.

 

Pero un día la vida de Amy cambió sin previo aviso. El negocio de su padre comenzó a perder dinero y tuvo que cerrar. El Sr. Carmichael se preocupó tanto por su negocio que se enfermó y murió. La familia ya no podía pagar un estilo de vida costoso, así que Amy tuvo que abandonar sus estudios y pasó los siguientes diez años ayudando a su madre a criar a sus hermanas y hermanos menores.

 

La muerte de su padre, cuando ella tenía diecisiete años, junto con su propio dolor físico y debilidad manifestados en neuralgia, la llevaron a escudriñar más profundamente la Palabra de Dios y Sus caminos para su vida.  ¿Cómo debería servir a su Rey? 

 

Un día frío y triste, cuando la familia salió de la iglesia, Amy vio algo que le cambió la vida. Una anciana mendiga salió tambaleándose de una calle. Amy y su hermano ayudaron a la anciana a bajar por el callejón. Cuando vio pasar a otras personas de la iglesia, se avergonzó de que la vieran con la mujer y ocultó su rostro. Pero Amy oyó una voz que decía:

 

"Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa".

 

Amy giró para ver quién hablaba pero no vio a nadie. Ella sabía que parecía amable ayudando a la anciana, pero sabía que su corazón estaba equivocado. Cuando Amy llegó a casa, buscó en la Biblia y encontró las palabras que había escuchado. Amy se arrodilló junto a su cama y le prometió a Dios que en el futuro solo haría cosas para Su gloria. A partir de ese momento, decidió mantener la cabeza en alto sin sentir vergüenza al ayudar a otros.

 

Los sábados por la noche, Amy empezó a ir con su pastor a los barrios marginados de Belfast para repartir folletos y alimentos a los pobres conocidos como “Shawlies”. Los Shawlies ganaban tan poco dinero que no podían pagar lo que usaban para protegerse del frío.

 

Entre los Shawlies había niñas de la edad de Amy y aun menores que trabajaban en los molinos hasta 14 horas al día por muy poco dinero. Al ver el hambre que estas personas tenían por el amor y la esperanza de Dios, Amy empezó a organizar estudios bíblicos.

 

Amy entonces se mudó al vecindario para estar más cerca de la gente. Los invitó a los servicios de su iglesia, pero no todos fueron bienvenidos debido a su condición social. Entonces decidió comprar un edificio de hojalata por £500, al que llamó Welcome Hall y lo convirtió en un lugar de reunión para los Shawlies.

 

Mientras su ministerio con los Shawlies seguía floreciendo, Amy sentía que Dios la estaba llamando a otra parte: los barrios bajos de Manchester, Inglaterra, así que decidió mudarse. Al llegar notó que las condiciones eran terribles, el peligro en las calles y la pobreza era generalizados, pero Amy se mantuvo firme para difundir la Palabra de Dios. Sin embargo, su salud pronto la sacó de su misión y tuvo que irse a vivir con una familia que la acogió. 

 

Ella pasó el principio de sus veintes sirviendo en la obra misionera que daba hogar a los pobres. Fue durante su estancia de dos años con esta familia cuando escuchó hablar por primera vez al misionero Hudson Taylor (1832-1905). fundador de la Misión al interior de China. Al escucharlo, sintió una convicción profunda de que el Señor la estaba llamando a las misiones al extranjero.

Al principio, Amy se presentó para ser misionera, pero fue rechazada y enviada de regreso a casa debido a su salud. Sin embargo, siguió intentándolo. En 1893, cuando finalmente fue aceptada, viajó a Japón, pero se vio obligada a regresar a Inglaterra después de quince meses, debido a una enfermedad. Finalmente, en 1894 Amy se fue como misionera a la India. A través de extenuantes sesiones, aprendió el idioma tamil, estudió el sistema de castas hindú y comenzó a guiar a los nuevos conversos, especialmente a mujeres y niñas jóvenes.

 

Amy no seguía la forma habitual de trabajo misionero. Ella decidió vestirse con ropa india y vivir entre las mujeres indias que habían sido perseguidas después de convertirse del hinduismo a Cristo. Para encajar mejor con la gente, Amy usaba el sari indio, un tipo especial de vestido, y se teñía la piel de marrón oscuro con bolsitas de té y café.

 

Amy formó un grupo de mujeres para difundir el mensaje del evangelio, quienes empezaron a viajar y a compartir las buenas nuevas. Sin embargo, algo comenzó a suceder: muchos niños venían a la fe, pero cuando se convertían en cristianos, a menudo eran perseguidos amargamente, incluso por su propia familia.

 

Aunque Amy sirvió inicialmente en Japón, China, y Ceilán, su más grande ministerio se centró en la punta del sur de India. Ahí, a través de dificultades casi infranqueables–amenazas políticas, el sistema de castas, un nuevo idioma, el calor tropical, las enfermedades físicas, la deserción de compañeras de la obra, estrechez financiera; y los niños, que siempre llegaban a ella en un mayor número–fundó la Fraternidad Dohnavur, una comunidad para niños en peligro de ser forzados a realizar labores indignantes en los templos y santuarios locales.

 

Se atrevió a desafiar la trata de personas en la India. El hinduismo alentaba la esclavitud de los niños en los templos. Allí las niñas se vendían para "casarse" o prostituirse con los sacerdotes del templo Brahmin.

 

Cuando esta misionera descubrió lo que estaba sucediendo, la práctica la horrorizó tanto que comenzó a trabajar para rescatar a las niñas de estos templos. Posteriormente, su estación de misión en el sur de la India creció para acomodar a cientos de niñas y niños.

 

Las niñas de los templos hindúes eran principalmente jovencitas que las dedicaban a los dioses y luego eran forzadas a la prostitución para que ganaran dinero para los sacerdotes. Durante las próximas cinco décadas Amy ayudaría a rescatar y criar a más de 1,000 niños.  

Rescatando a los niños y niñas

 

Más adelante, Amy conocería a Preena, una niña cuya madre viuda la había llevado a un templo hindú para convertirla en una prostituta del templo. Las niñas como Preena eran forzadas a la prostitución y así ganar dinero para los sacerdotes. Amy pronto se dio cuenta de que los empobrecidos padres vendían a muchas niñas y mujeres a los sacerdotes hindúes y al templo. Los padres pensaban que ganarían favor con sus dioses. Estas niñas eran tratadas muy mal, y Amy sabía que debía rescatarlas.

 

Un día, Preena estaba recogiendo agua para el templo cerca de donde hablaba Amy. Preena se detuvo para escuchar cuando Amy les contaba a las damas acerca de su Dios que amaba a todos por igual. No puso a las personas en diferentes clases como lo hacía el sistema de castas hindú. Preena estaba muy interesada en lo que Amy decía, pero sabía que no debía ser vista escuchando a la extraña. Ella guardó las palabras de Amy en su memoria y se apresuró a regresar al templo.

 

Posteriormente Preena intentó escapar de su difícil situación pero, como castigo, sus manos fueron marcadas con un hierro al rojo vivo. Eventualmente ella pudo escapar y logró encontrar a Amy, quien la tomó bajo su cuidado. Cuando Amy entendió esta terrible trata de niños en nombre del hinduismo, comenzó a acoger primero a niñas y luego a niños, llenando un creciente refugio infantil.

 

Reformadora social

 

Con otras mujeres indias, Amy no solo creó un gran albergue, sino también un hospital para los cientos de niños que buscaban refugio. Amy enfrentó una gran oposición por todo lo que estaba haciendo, pero finalmente sus esfuerzos y su incansable labor como reformadora social llevaron a que se modificara la ley en la India para proteger a los niños del abuso.

 

Amy jamás tomó vacaciones; sino que dedicó su vida a su misión: la Comunidad Dohnavur, desde donde influyó fuertemente y sin descanso por un cambio social en la India.

Enfrentando las limitaciones

 

Más tarde, mientras Amy iba en dirección a una casa que había arrendado para otro dispensario, cayó en un pozo recién excavado, se rompió una pierna, se le dislocó un tobillo y se torció la columna vertebral.

 

Amy pasó los últimos 20 años de su vida confinada en una cama como discapacitada. Pero resultaron ser unos años muy productivos, ya que ella escribió más de 37 libros y poemas que hablaban de su relación íntima con Dios. El 18 de enero de 1951 a los 84 años de edad, Amy murió en Dohnavur, India.

Legado

 

Amy Carmichael sirvió a su amado Salvador en Irlanda hasta sus 27 años. Luego fue a Japón durante 4 años, sirviendo como misionera. A sus 31 años fue a la India, donde empezó la obra más conocida de su vida.

 

El legado de Amy Carmichael sigue vivo. La Comunidad Dohnavur continúa en India cuidando a niños rescatados de situaciones de vulnerabilidad. Dohnavur llegó a ser muy conocido en el mundo e influiría en muchas vidas, tales como la de Jim y Elisabeth Elliot.

 

Amy sirvió en la India por más de cincuenta años sin regresar al Reino Unido y sin pedir licencia para ir a casa. Muchos buscaban su consejo sobre la obra misionera. ¿Su respuesta? “A quien la Mano Divina esté llamando: debe hacer sus cuentas, porque Él nos llama, pero que haga sus cálculos al pie de la Cruz y ahí considere el costo”. 

 

Cuando alguien pedía unirse a su equipo de trabajadoras, Amy les decía, “No vengan a menos que puedas decirle al Señor y a nosotras ‘Es la cruz lo que me atrae’.” Aunque no tenía intención de hacer que su vida se viera como algo muy difícil (¿no haría esto que su Maestro pareciera duro?), ella nunca evitó hablar del calor, el aislamiento, las condiciones primitivas, las enfermedades y la muerte. Las heridas y las cicatrices se daban por sentado. 

 

Encuentro el ejemplo de Amy particularmente confrontador cuando me siento tentada a quejarme con Dios porque todos nuestros hijos y adorados nietos viven tan lejos. La tecnología actual me permite conectarme en minutos con sus rostros amados, y los aviones me llevan a ellos por lo menos una vez al año.  Pero ¿para Amy? Su única comunicación eran cartas escritas a mano, y ¡qué lentas parecían viajar las respuestas desde casa! Respecto a haber dejado su familia y amigos para servir tan lejos, ella escribió en sus últimos años lo siguiente: “Mi vida, del lado humano estaba quebrantada, y nunca volvió a ser restaurada. Pero Él ha sido suficiente.” Ella creía y encontraba consuelo en el conocimiento de que “pronto todos hemos de estar juntos en la ciudad del Padre”. 

 

Con tantos a quienes cuidar –tanto trabajadores como niños- su fe era probada con frecuencia. Las preguntas le llegaban por todos lados, tanto desde su país como del nuevo.  ¿Cómo vas a alimentar a tantos? ¿Qué harás con la ira de los sacerdotes del templo por “robarles” la fuente de su ingreso? ¿Cuándo encontrarás tiempo y recursos para educar a los niños mayores? ¿Dónde encontrarás los fondos y los trabajadores para los edificios que hacen falta? Amy sabía que la fe no significaba tener la respuesta para toda pregunta en la vida.  Pero ella tenía a Alguien a quien llevarle las preguntas, y pasaba mucho tiempo en oración buscando Sus respuestas.  Creía que Dios conducía a sus hijos de tres maneras –a través de Su Palabra, a través de la dirección interna del Espíritu, y (con frecuencia, pero no siempre) a través de las circunstancias. Si la voz era la de Dios, las tres coincidirían.” Adonde fuera y cuando fuera que Él la dirigiera, ella le seguía.  Ella confiaba en Él para guiarla y proveerle. 

 

Con el transcurrir de los años, aprendió a no ceder ante los temores por el futuro.  Cuando el tiempo llegaba, se daba cuenta que no le importaba tanto como ella lo había temido. Dios siempre suplió Su gracia prometida. “Él va delante.”  

Amy Carmichael nos dejó muchos ejemplos piadosos de cómo amar a Cristo, Su Cuerpo y nuestro campo misionero.  Necesito su ejemplo, y la ayuda de Dios para seguir los principios que su vida me ha enseñado. 

 

Nunca a punto de, siempre hacia. Amy dirigió Dohnavur como una familia, no como una institución.  Ella pedía profunda lealtad unos con otros entre los trabajadores.  Si había un problema, los trabajadores sabían que debían ir directamente –no alrededor de- hacia el otro.  No se toleraba hablar a espaldas de alguien ni los chismes. Esto significaba que se esperaba que ellos protegieran y defendieran su unidad. “No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento para que imparta gracia a los que escuchan.” (Ef. 4:29).

 

Ama para vivir, vive para amar.  Amy gobernaba su vida no preguntando cuán poco, sino cuánto más podría dar el amor.  Ella estudió, según sus palabras: “sobre las almas valientes y ardientes de cada época que habían dejado antorchas encendidas” para alumbrar el camino del discipulado, tanto para ella como para todos los que vinieran a servir junto a ella. Todos eran llamados a una felicidad firme en el Señor, donde el ascenso no significaba más honor sino más trabajo, labor más ardua, con Amy dirigiendo el camino. 

 

“Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: ‘siervos inútiles somos; hemos hecho solo lo que debíamos haber hecho.’” (Lc. 17:10) ¿Qué te ha enseñado el Señor sobre Amar para vivir, vivir para amar a través de esta serie “25 Mujeres que Impactaron el Mundo para Cristo”? ¿Quieres que tu vida tome un nuevo rumbo en vista de lo que has leído sobre estas heroínas cristianas?

 

Renuncia a tus derechos, toma la cruz, y sigue.  Esta fue una lección que tuvo que repasar muchas veces en su vida.  Resultaba particularmente difícil cuando alguna compañera amada, y muy necesitada partía inesperadamente para no regresar jamás; o cuando la disentería se propagaba entre las guarderías drenando la vida de los cuerpecitos recién rescatados; o cuando la angustia y la enfermedad amenazaban con destruirlos. Uno de mis poemas favoritos fue escrito por ella como una oración que era un principio en su vida:

Vive cada día hasta que mueras. Cuando leemos todos los logros de Amy –el ministerio que dirigió, extendiéndose continuamente, los libros que escribió, el dinero que recaudó, los hijos que crio como “Amma” (madre en Tamil)- raramente pensamos en las dificultades con que batalló.  Peleó contra pérdidas devastadoras, demandas emocionales profundas, insomnio, problemas del corazón, hipertensión, y otras aflicciones físicas y emocionales que solamente demostraban, “Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2ª Co. 12:9)

 

Una tarde, en octubre de 1931, Amy estaba explorando una casa desierta de una población cercana, que las personas de la localidad pensaban que estaba embrujada.  Ella esperaba adquirirla como un primer paso para esta área aún no-creyente. Al salir para usar las rudimentarias “instalaciones” al aire libre, cayó en una angosta abertura de la cantera, rompiéndose la pierna, torciéndose su columna y dislocándose el tobillo. 

 

Nunca se recuperaría por completo. Cuando regresó a su casa al salir del hospital, su mundo se limitaba a unos pasos por la recámara, la sala y el estudio. Se vio a sí misma, como Pablo, “una prisionera del Señor,” habiendo pagado el precio por comenzar a dar testimonio en una ciudad cerrada.  Sus amados le instalaron una cama apropiada en lugar del tapete sobre el piso de mosaico, y aprendió a aceptar este lujo, junto con las flores, y chucherías de sus amados niños.  Todos esperaban y oraban por su recuperación, pero nunca ocurrió. 

 

Por casi veinte años, “Amma” crió desde su cama o silla, viendo a diferentes miembros de la familia cada media hora, a pesar de su dolor casi constante. La tomaban en cuenta para todas las decisiones. Pero como cualquier líder sabia, hizo su mejor esfuerzo para preparar a su gente para su partida. “Cuando deban tomarse decisiones, no vean para atrás preguntándose lo que yo hubiera hecho. Miren hacia arriba, y entenderán lo que nuestro Señor y Maestro quiera que hagan.” 

Durante este tiempo como inválida, ella escribió. Y escribió. Y continuó escribiendo. Escribió catorce libros durante estos años. Además de los libros que se publicaron, ella escribió en privado para la familia allí –miles y miles de cartas personales, junto con cientos de cantos y poemas.  Había un tema constante en todos sus escritos: Fuimos salvadas para servir.  Ella vivió ese tema hasta su muerte en enero de 1951. Aunque muchos sufrieron por su pérdida, lo hicieron en contra la voluntad de Amy, pues les había escrito, “Cuando oigan que he partido, ¡brinquen de gozo!” 

 

¿Dónde está Dios dándote “la oportunidad de morir,” de reconocer una vez más el señorío de Cristo en tu vida, para seguirle hasta lo último, y decir “sí” a tu Señor? Pelea la buena batalla hasta el final. No desmayes, y termina tu carrera con gozo, porque el Señor te recompensará, con tu propia corona de justicia “en ese Día” (2ª Ti. 4:7-8) ¡Ese será un gran día! 

 

En agosto de 2016, la comunidad que Amy fundó en Irlanda abrió el Amy Carmichael Centre, cumpliendo un propósito acorde con el deseo original de Amy de cuidar a todas las personas. Sus libros siguen siendo muy populares y continúan inspirando a miles de creyentes a ir al campo misionero.

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Comentarios: 1
  • #1

    José Hernández (martes, 07 marzo 2023)

    Excelente!! Todo!!!

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BENDICIONES

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Hola, unción de lo alto les desea hermosas y abundantes bendiciones y que el Dios de toda gracia les conceda las peticiones de sus corazones, les animamos a que sigamos adelante con nuevos propósitos y proyectos en Cristo para la honra y gloria de su santo nombre, a no escatimar esfuerzos sabiendo que la obra de nuestras manos no es en vano, por lo que ponemos en sus manos estos pequeños panes y peces y que el Señor lo multiplique en su corazón, y como dice su palabra, no nos cansemos de sembrar que a su tiempo segaremos, bendiciones a todos nuestros Hnos, amigos y siervos en Cristo, así, como a toda la familia en la fe les deseamos los pastores  Martha Régules  y Daniel Vinalay autores de esta página

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