Los ajos en las escrituras

 

El ajo es una de las comidas curativas más antiguas del mundo.  Por siglos, incluso antes que Moisés guiara al pueblo de Israel fuera de Egipto hacia el desierto, fue usado como alimento favorito y como medicina.  Durante los 40 años que los israelitas estuvieron errando en el desierto, se lamentaban diciendo: “Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos” (Nm. 11:5).

 

El libro Magia y medicina de las plantas declara que el ajo «...es un buen amigo de la humanidad.  Además de añadirle sabor a la comida, le dio fortaleza a los constructores de las pirámides, valor a las legiones romanas y un espíritu combativo a los gallos de pelea ingleses...  Los usos medicinales del ajo han sido documentados por siglos.  Siempre fue un remedio popular para resfriados, dolores de garganta y  tos, ya sea crudo o ingerido como jarabe, el cual se hace hirviendo dientes de ajo en agua por medio día.  Los médicos y los expertos en hierbas prescribían el ajo como un diurético y para desórdenes intestinales y reumatismo...

 

Los colonizadores que llegaron a América descubrieron que los indígenas conocían los poderes curativos del ajo y confiaban en la planta para tratar una variedad de problemas médicos, desde mordeduras de culebra hasta lombrices intestinales.  El ajo puede ayudar a curar muchas enfermedades porque es un antiséptico potente.  Fue usado en ambas guerras mundiales».

 

El ajo y su prima la cebolla, eran considerados buenos, tanto para la salud como por sus cualidades curativas en las culturas antiguas.  El ajo era uno de los primeros alimentos que se cultivó deliberadamente, aunque las variedades silvestres crecían en abundancia.  La evidencia de sus poderes curativos se encuentra detallada en 4.000 años de registros antiguos desde el antiguo reino de Sumeria.  Se han descubierto descripciones sobre los bulbos de ajo en las paredes de las tumbas egipcias que datan del año 3200 A.C., siglos antes que José y sus hermanos se establecieran en Egipto.  Durante ese mismo período, los registros antiguos revelan que el ajo era el ingrediente principal en muchos remedios que los curanderos egipcios prescribían como cura para los dolores de cabeza, dolores de garganta y otras molestias.

 

Para el tiempo de Moisés ya se estaba usando el ajo como un anticoagulante, antiséptico, antiinflamatorio y agente en contra de los tumores, como un alivio para la flatulencia, diurético, sedante, cataplasma y como una cura para los parásitos.  Se han identificado por lo menos 67 variedades diferentes de ajos y cebollas que crecen en la Tierra Santa, por lo tanto no asombra que los israelitas de la antigüedad tuvieran una inclinación por él desde hace siglos.  Puede ser por razones de salud que el Talmud, el cuerpo de ley civil y religiosa judía, especifique que varias comidas diferentes sean sazonadas regularmente con ajos.

 

En varias ocasiones se ha recomendado como cura contra una amplia variedad de dolencias: arteriosclerosis, artritis, asma, pie de atleta, calvicie, bronquitis, cáncer, catarro, varicela, cólera, resfriado común, estreñimiento, caspa, diabetes, mordeduras de perro, hidropesía, disentería, dispepsia, epilepsia, convulsiones, gangrenas, hipertensión, influenza, gases intestinales, ictericia, laringitis, envenenamiento con plomo, lepra, desórdenes en los labios y la boca, malaria, rubéola, meningitis, hemorroides, reumatismo, tiña, picaduras de escorpión,  escorbuto, envenenamiento ponzoñoso, viruela, mordeduras de culebra, tuberculosis y tifoidea.

 

La mayoría de estos reclamos eran en su mayoría exagerados, pero los científicos  están descubriendo continuamente que la mayoría de ellos contenían por lo menos  una porción de verdad.  Por ejemplo, los investigadores sugieren que el ajo puede servir como protección contra las enfermedades y ataques del corazón al bajar la presión sanguínea.  Contiene sustancias químicas que neutralizan los carcinógenos.  De hecho, se ha asociado el ajo con las tasas bajas de cáncer en el estómago.  El boletín Enviromental Nutrition publicó evidencia de cinco ensayos llevados a cabo en clínicas que muestran que la mitad de un diente de ajo por día reduce los niveles de colesterol en la sangre a un promedio de 9% en personas cuyo colesterol alto está en la línea fronteriza.

 

Los científicos interesados en los poderes curativos del ajo han aumentado tanto en las últimas décadas, que la Biblioteca Nacional de Ciencia ahora tiene en la lista cerca de 150 documentos publicados sobre la habilidad del ajo para mantener la buena salud.  En varios estudios, el polvo de ajo, extracto de ajo y ajo fresco, todos han mostrado efectos positivos para prevenir el cáncer en animales; mejorar la diabetes; aliviar el citomegalovirus, que se manifiesta a menudo en personas que sufren de sida; prevenir la fatiga y aliviar la tensión más efectivamente que los tranquilizantes adictivos, tal como el Valium.  Una de las cosas que todavía no se sabe por seguro es cuánto ajo se necesita para que sirva como agente curativo.  El rango estimado es de un diente de ajo al día hasta más de diez, lo cual podría curarlo, pero en el proceso dejarlo sin amigos, por eso se aconseja que después de comer ajo fresco, mastique una o dos ramas de perejil.  Su clorofila reduce el olor del ajo.

 

El ingrediente que le da al ajo su fuerte aroma es un químico llamado «alicina», el cual es un antibiótico potente.  En cientos de experimentos el extracto de alicina del ajo crudo ha destruido los gérmenes que propagan enfermedades tales como botulismo, tuberculosis, diarrea, disentería y tifoidea.  Un científico informa: «El ajo tiene el más amplio espectro de sustancias antimicrobiales conocidas.  Es antibacterial, antifungal, antiparasitario, antiprotozoario y antiviral».  Algunos investigadores dicen que un diente mediano de ajo tiene tanto poder antibacterial como 100.000 unidades de penicilina.

 

Los científicos japoneses han destilado un medicamento antibiótico llamado kyolic del ajo crudo.  Debido a que fue usado comúnmente como un antibiótico por los médicos rusos durante la II Guerra Mundial, llegó a ser conocido a través de toda Europa como la “penicilina rusa”.  Unas increíbles 500 toneladas de ajo fueron enviadas a Moscú para combatir una epidemia de influenza en la década de 1950.  Los doctores europeos todavía prescriben ajo para prevenir los resfriados, la neumonía, tos convulsiva y una amplia variedad de desórdenes intestinales.

 

Como ya citara, un ingrediente natural en el ajo se transforma en una sustancia antibiótica en la alicina, cuando se mastica o se exprime el ajo.  Los expertos médicos del occidente están ahora estudiando informes de que los chinos usaban altas dosis de ajo para curar la meningitis, una enfermedad que es a menudo fatal.  Los doctores chinos dicen que trabaja aumentando el sistema inmunológico natural del cuerpo.  En Estados Unidos varios investigadores están estudiando exactamente el efecto que tiene el ajo en el sistema inmunológico.  En un estudio con pacientes de sida que comían por lo menos un diente de ajo diario durante tres meses, mejoraron significativamente sus funciones inmunológicas, las cuales daña severamente la enfermedad.  En algunos pacientes, las heridas crónicas del herpes fueron erradicadas completamente y en  otros fueron destruidas las células del cáncer.

 

Pruebas realizadas con animales en Japón indicaron que el ajo fresco puede ser un arma efectiva contra una forma de cáncer del seno.  Otro descubrimiento del mismo estudio sugirió que el ajo era probablemente un mejor antioxidante que la vitamina E, uno de los principales antioxidantes conocidos para retrasar el proceso de envejecimiento.

 

En el Hospital M.D. Anderson e Instituto de Tumores en Houston, Texas, investigadores han examinado los compuestos de sulfuro tanto del ajo como de la cebolla y concluyeron que sus ingredientes bloquearon la formación de carcinógenos que causan cáncer del colon.  Mientras tanto, el Instituto Nacional de Cáncer ha anunciado que el sulfuro en el ajo está entre los primeros en su lista de químicos preventivos naturales.  Un estudio en el Centro de Investigación del Hospital de Bombay, India, descubrió que esos que comieron varios dientes de ajo diariamente, dependiendo del volumen y peso del cuerpo de la persona, redujeron significativamente el riesgo potencial de mortales coágulos en la sangre, incluso en pacientes que ya sufrían de enfermedades coronarias.

 

Incluso en dosis pequeñas, el ajo redujo drásticamente los niveles de colesterol, en un promedio de 305 a 218 en un período de 60 días.  Investigadores en la Universidad Loma Linda de California también obtuvieron resultados igualmente dramáticos cuando probaron el extracto kyolic  japonés.  Una onza al día, aproximadamente ocho a nueve dientes, redujo el colesterol malo de 10 a 50% y aumentó la producción de colesterol bueno, el cual necesita el cuerpo para la buena salud.

 

La hipertensión es una enfermedad moderna que probablemente no padecían las personas de los tiempos bíblicos.  Pero podríamos preguntarnos: «¿No tendría también esto algo que ver con el aprecio de los antiguos por el ajo?»  Hoy contamos con pruebas amplias de que el ajo tiene una habilidad milagrosa para reducir la presión arterial.  El diario británico de medicina Lancet, informó que estudios conducidos en laboratorios de Europa Oriental mostraron que el ajo produce un descenso en la presión sanguínea sistólica de 20 a 30%, y un descenso de 10 a 20 puntos en la presión diastólica.  Eso es más que suficiente para mejorar incluso la más severa hipertensión a niveles posibles de manejar sin el uso de drogas.

 

El doctor Eric Block, jefe del departamento de química en la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, recientemente extrajo un compuesto del ajo al cual llamó «ajoene».  Encontró que el ajoene previene que se formen los coágulos en la sangre, como un agente en contra de la trombosis, es por lo menos tan potente como la aspirina.  Por años los expertos médicos han prescrito dosis limitadas de aspirina para impedir o disolver coágulos peligrosos en la sangre.  Pruebas recientes también indican que el ajoene casi no tiene los efectos secundarios de las drogas anticoagulantes.  Muchos doctores están ahora estudiando los remedios que se usaban en la antigüedad, entre ellos el ajo que era empleado como descongestionante y expectorante en los tratamientos del resfriado común y bronquitis crónica.

 

Mientras la cocción puede destruir o reducir la alicina y debilitar el potencial del ajo, la mayoría de sus efectos terapéuticos permanecen.  El ajo cocido todavía reduce el colesterol en la sangre y trabaja como un descongestionante y medicina para la tos.  Ya sea cocido, crudo o en extracto, el ajo puede ser uno de los más potentes alimentos curativos de que disponemos.  Los pueblos antiguos de la Biblia sabían ese hecho básico de la vida.  Algunos de nuestros científicos están justamente redescubriéndolo.  Antes del nacimiento de Cristo, los israelitas ya usaban el ajo como uno de los ingredientes principales en la preparación de sus alimentos, al igual que como medicina.  De hecho, eran tan aficionados al ajo y consumían tanto que en el Misná, una codificación de la ley oral del Antiguo Testamento y de las leyes políticas y civiles de los judíos, a ellos orgullosamente se les llama «comedores de ajo».

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Comentarios: 2
  • #2

    Eligio Gómez (sábado, 17 septiembre 2022 08:29)

    Siempre agradecido por tan importante información y dedicación en la investigación. Gracias

  • #1

    miguel aguilarmaravillosa (viernes, 22 julio 2022 22:47)

    maravillosa informacion

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