Julián Barahona (miércoles, 14 octubre 2020 10:21)

Grato y bendito mensaje el que en esta materia ofrece la página.

A menudo la falta de instrucción, de la enseñanza en la Palabra de Dios, hacen todo lo demás inútil, pues se desconocen las consecuencias del desagrado al Señor, se dificulta la cría y hasta se entorpece el Amor, al menos en la dirección de los hijos hacia los padres, se dificulta el control porque desde el punto de vista simplemente mundano se cree que es tan solo la invasión de la libertad en lugar de la preservación de la virtud y hace que el buen ejemplo no baste porque no se sabe apreciar por los hijos según la perspectiva de la Palabra Divina. ¡Hasta la corrección que es amor, causará tan solo desazón, cuando no rebeldía frente a las tentaciones del mundo que retribuyen tan amargamente en el largo plazo pero que en lo inmediato contrastan con la disciplina que ha de reinar en el hogar.

A menudo por olvidar los padres que su ejemplo ha de ir acompañado perennemente de la enseñanza bíblica, de la actividad eclesial, de la guía del pastor, cae en saco roto y actos que bien y sencillamente podrían ser precavidos y anticipados se dejan ocurrir por esta grave inacción.

Recibí de adolescente el ejemplo gratificante de la instrucción en la palabra y aún así y con ser otros tiempos, mi desobediencia grave, por tres ocasiones la Vara de Corrección. Las recuerdo todas mas especialmente la última que se aplicó apenas un mes antes de cumplir la mayoría de edad y recuerdo que en esta ocasión en que se me azotó delante de mis cuatro hermanas por algo que hoy reconozco que fue una auténtica maldad, aunque no la llegué a consumar, mi madre que me había impuesto sufrir treinta y nueve veces el azote de la vara, contó hasta veinticinco y me dijo que el siguiente era el último. Una hermana mía, la mayor, preguntó a mi madre por qué si había dicho que me daría treinta y nueve azotes como corrección la dejaba a medias. Las palabras de mi madre son inolvidables: «Aprendan para cuando tengan hijos que siempre han de pagar por sus culpas pero no por los errores y omisiones de quien los educa. No ha de sufrir él por lo que es patente que yo no enseñé rectamente. Mi error se demuestra en las mismas marcas de la vara que ves en sus pompis».

Más de treinta años han pasado sin que con aquellos azotes y aquella enseñanza, esmerándome en el conocimiento, la ejemplificación, la enseñanza y la instrucción de la palabra, haya yo tenido que aplicar por vez primera y muy recientemente a la hija de mi pareja un correccional usando tal instrumento de Dios y con igual severidad. Recordé el ejemplo que me dió mi madre y tampoco administré la totalidad del castigo.

El sentimiento de vacío y soledad en quienes llevados de la ira solo se acuerdan de que existen las tormentas cuando escuchan el primer trueno y entonces apresuradamente recurren a una disciplina corporal que olvidaron impartir con la Palabra, se torna entonces grande desconsuelo y más cuando pretenden, encima aún, responsabilizar de sus proias omisiones por entero a quienes ausentes de guía se torcieron y se salieron del Camino.

En un hogar ha de haber correas de castigo y varas de corrección pero más harán falta cuanto menos presencia tenga la Biblia y de eso no se puede responsabilizar a quien tiene necesidad de instrucción, enseñanza y sabiduría para seguir el camino de Dios.

El señor bendiga a su comunidad, a esta bella página y a las enseñanzas de su Palabra que explica.