YO SOY EL PAN DE VIDA
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Juan 6:35
Durante 40 años Israel se vio alimentado por Dios a través del maná que no era más que un pan que descendía del cielo: “Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. Más en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día”, (Éxodo 16:4-5).
Este extraordinario milagro no solo trajo sustento alimenticio a la nación de Israel, sino creo una entera dependencia hacia su Dios a tal punto que a diario esperaban la divina providencia del Señor para comer.
Por otro lado, el pan constituía uno de los alimentos básicos en la vida de los judíos por lo que Jesús enseño que en sus oraciones lo pidieran a diario: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, (Mateo 6:11).
También el pan cumplía un papel muy importante en la adoración de Israel. Durante la celebración del Pentecostés se ofrecían dos panes con levadura como sacrificio: “De vuestras habitaciones traeréis dos panes para ofrenda mecida, que serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos con levadura, como primicias para Jehová”, (Levítico 23:17), y en el Tabernáculo y posteriormente en el Templo, los levitas colocaban doce panes sin levadura en la mesa de los panes de la proposición, los cuales eran cambiados cada semana y representaban la provisión de Dios hacia su pueblo: “Y pondrás sobre la mesa el pan de la proposición delante de mí continuamente”, (Éxodo 25:30).
Durante la Pascua los judíos celebraban también la fiesta de los panes sin levadura donde comían panes sin levadura conmemorando así el día que Dios libero a Israel de Egipto y tan apurados estaban que no tuvieron tiempo para esperar que el pan fermentara porque al siguiente día tenían que salir. Por tanto, el pan jugaba un papel muy importante en la cultura judía: “Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán”, (Éxodo 12:8).
Ahora viene Jesús y les promete saciar todas sus necesidades, especialmente, las espirituales. Así como el pan sustenta la necesidad física del hambre, así el pan de vida que Dios ha hecho descender del cielo promete saciar toda necesidad espiritual en el alma del ser humano, y este pan de vida es Jesucristo mismo, el cual es al mismo tiempo Dios: Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida.
El pan representaba un alimento básico en la dieta de todos los judíos, y el maná era un recuerdo maravilloso de lo que Dios había hecho por sus antepasados, pero ahora Jesús se ofrece a sí mismo y nos dice que Él es capaz de saciar toda necesidad espiritual en nuestra vida a una escala mucho mayor de lo que lo experimentaron los israelitas del éxodo.
Los israelitas tenían que buscar a diario el maná porque cada día volvían a tener hambre y su cuerpo necesitaba el alimento, pero Jesús promete que el que viene a Él jamás volverá a tener hambre y sed: el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
El hambre y la sed son dos necesidades básicas en la vida del ser humano, sin ellos es imposible vivir, pero aun cuando ambas necesidades son saciadas, se volverá a experimentar hambre y sed, pero Jesús nos promete que si vamos a Él, jamás volveremos a tener necesidad: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura”, (Isaías 55:1-2).
La clave para alcanzar esta gran bendición esta en venir a Cristo y creer en Él y así toda nuestras necesidades espirituales serán saciadas de una vez y para siempre, y no solo eso, sino también promete darnos una vida de abundancia y en la eternidad la vida eterna: “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”, (Juan 10:10). Bendiciones abundantes.
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