EL PECADO DE INGRATITUD

 

La ingratitud es una parte integral de la sociedad. La ingratitud no respeta fronteras ni posición social porque es un mal del corazón y de la condición humana. Si le pregunta a la mayoría de las personas si son ingratas, probablemente contestarán: “¡Por supuesto que no!” Sin embargo, esta actitud está tan arraigada en sus vidas que no pueden admitir abiertamente — o siquiera darse cuenta — que son ingratas.

 

¿Pero cómo puede usted saber si es desagradecido? ¿Hay cosas que identifican a la ingratitud? Y si es así, ¿Qué puede usted hacer al respecto? El Diccionario de Webster define a la “ingratitud” como: “Olvido de, o pobre agradecimiento por la bondad recibida”. También puede definirse como no apreciar o valorar lo que se tiene, o lo que se ha recibido. ¡La gratitud no expresada es también ingratitud! Muchos se olvidan de agradecer a Dios por los favores recibidos pero son prontos para reclamar por las desavenencias recibidas. 

 

La ingratitud se fomenta y practica entre familias, padres a hijos y de hijos a padres, entre esposos y familiares cercanos, En el mundo acelerado de hoy, la mayoría de las personas parece no tener tiempo para el agradecimiento. El trabajo, el transitar diario, la familia y las múltiples ocupaciones son sus principales prioridades. Parece que no tienen tiempo para agradecer a los demás.

 

Pero considere lo siguiente. ¿Le ha dado usted alguna vez un regalo a alguien y no ha recibido las gracias? ¿Ha estado alguna vez en una tienda de comestibles, o en un restaurante y no se le agradeció por sus servicios? ¿Se ha sentido desestimado por familiares, amigos, o en su lugar de trabajo? Si es así, ¿Cómo se sintió? Probablemente no muy bien.

 

Vivimos en un mundo donde estamos más acostumbrados a que nos sirvan que a servir. Esta es la enseñanza que hemos aprendido de la sociedad. ¿Cuántas veces no te has enojado por un mal servicio?. Para el mundo el ser servido es más importante.- Se nos ha enseñado que el que manda paga, y que por esto; es más importante ser servido que servir,  El que sirve es considerado de menor categoría. Es relegado, pisoteado y menospreciado, y a veces sin ser digno siquiera de recibir un gracias por hacer un bien. De esta manera la ingratitud queda manifestada.

 

La Biblia registra las experiencias de la antigua nación de Israel, que también se quejaba y murmuraba constantemente. No importa lo que Dios hacía por ellos, nunca era suficiente. Las palabras claras de Dios a los israelitas fue: “Y he descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y para llevarlos de esa tierra a una tierra buena y grande, a una tierra que fluye leche y miel” (Éxo. 3:8).

 

Después de 430 años de esclavitud bajo los egipcios, los israelitas, a través de la intervención milagrosa de Dios, fueron liberados de la esclavitud. Al salir de Egipto, Dios les permitió recolectar riquezas, ganado, comida, oro, joyas y suministros. Dios les abrió el mar rojo y destruyo el ejercito del faraón. De día una nube los cubría, y de noche los acompañaba una columna de fuego.  Dios realizó muchos milagros mientras viajaban por el desierto. Los seleccionó como Su pueblo, los alimentó y prometió llevarlos a una tierra “llena de leche y miel”. ¡Pero esto no fue suficiente para ellos!.

 

Fíjese en la reacción de la multitud: “Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! “¿Y por qué nos trae el ETERNO a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto” (Núm. 14:2-4).

 

Israel fue tan descaradamente ingrato que querían regresar a Egipto — donde habían sufrido muchos cientos de años de brutal esclavitud. No apreciaron las asombrosas bendiciones que Dios les proporcionó o los muchos milagros poderosos que realizó para ellos. Se ha dicho que la ingratitud es el pecado más común. Aunque es una parte de nuestra naturaleza, hay formas en que se puede evitar ser uno de los muchos que cometen el pecado de la ingratitud. 

 

Para contrarrestar el mal de la ingratitud debemos aplicar “La regla de oro”: Mateo registra: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (7:12). La mayoría conoce esto como “la Regla de Oro” — tratar a los demás cómo desea ser tratado. Muchos citan este versículo, pero rara vez lo practican. 

así que; amados practiquemos la gratitud. "Y que la paz que viene de Cristo gobierne en sus corazones. Pues, como miembros de un mismo cuerpo, ustedes son llamados a vivir en paz. Y sean siempre agradecidos. Col.3:15     

El Señor te bendiga...

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